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    Los profesionales del futuro en el sector agropecuario

    Hay carreras universitarias que pueden considerarse clásicas en nuestro país: medicina, abogacía, administración agropecuaria, entre otras. Sin embargo, podría decirse que, de estas tres, aquella que mayores cambios presentará en un futuro cercano respecto de las habilidades, conocimientos técnicos requeridos y variedad de actividades potenciales en las que desarrollarse, es, sin lugar a dudas, la del profesional agropecuario.

    Puede sonar un poco pretencioso; permítanme explicar mejor mi aseveración.

    Tradicionalmente, un profesional del Agro (Agrónomos, Veterinarios, Licenciados en Producción y Gestión Agropecuaria), se dedicaba fundamentalmente a la producción y administración del negocio agropecuario, trabajando generalmente con cultivos extensivos, con ganadería u otras actividades pecuarias o agrícolas intensivas, y en paralelo, procurando aceitar la gestión financiera y económica de los establecimientos productores. Hoy día, los horizontes laborales de estos profesionales han mutado y actualmente muestran señales de llegar a abarcar en un futuro - que ya empieza a expresarse -, una infinidad de cuestiones que antes no se hubieran imaginado.

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    Antes de explicar cuáles son esas novedades, planteemos un pantallazo general que sintetice un poco el contexto actual y futuro que enfrenta el sector.

    Vivimos en un planeta en el que la superficie cultivable no puede seguir expandiéndose a no ser que se logre a costa de los bosques y selvas remanentes del mundo. Y esto claramente no es deseable. Al mismo tiempo, la población sigue en franco aumento, y de acuerdo con algunas estimaciones y como para hacerse una idea, para el 2050 necesitaríamos duplicar la cantidad de alimentos producidos para satisfacer la demanda creciente.

    Adicionalmente, una parte muy importante de la superficie cultivada está atravesando diversos procesos de degradación de suelos, algunos de ellos muy graves, los que suelen terminar en una completa inutilidad. Un tipo de proceso en particular que afecta notablemente a los suelos, es la salinización. Esta suele ser causada por riego con agua de mala calidad (agua proveniente de napas con altos contenidos de determinadas sales perjudiciales) y puede convertirse en un proceso irreversible o reversible a muy alto costo.

    Es necesario aclarar, además, que justamente aumentar la superficie bajo riego es una de las herramientas con las que contamos para incrementar la producción de alimentos. Porque lo no dicho pero implícito es que, de la totalidad de las tierras en producción, hay regiones enteras cuyos rendimientos se hallan muy lejos del potencial; ya sea por falta de agua, de fertilizantes o por daños con enfermedades y plagas no controladas.

    Por otra parte, está el cambio climático: este además de aumentar los eventos extremos, ya sea de sequías o de inundaciones, irá modificando los ambientes de forma que puede llegar a alterar notablemente el área de distribución de los cultivos (así como la de las plagas).

    En paralelo, los recursos hídricos escasean en importantes regiones; acuíferos confinados van quedándose sin agua, lagunas que se secan (el agro es considerado el mayor consumidor de agua dulce del mundo, utilizando el 70% de esta). Este cambio climático además, es causado por emisiones de gases efecto invernadero, de las cuales el agro participa (sobre todo con dióxido de carbono, metano y óxido nitroso). Por ello, toda actividad que implique transporte de largas distancias, producciones animales intensivas que participan sobre todo en las emisiones de metano y óxido nitroso, entre otras, están siendo puestas bajo lupa (y se están planteando toda clase de estrategias y tecnologías para disminuir su impacto).

    Otro tema: la pérdida de biodiversidad en general es alarmante, y fácil de entender considerando que en las tierras productoras de alimento no se suele fomentar la proliferación de plantas espontáneas (para nosotros en el agro “malezas”) o de insectos indeseados. Obviamente, queremos que ese espacio esté ocupado por los alimentos que nos interesan, y no por cualquier otro “invasor”. En este escenario, está empezando a entenderse que es necesario producir alimentos pero al mismo tiempo y en dichos predios, conservar biodiversidad: esencial para sostener la estabilidad de los ecosistemas y sus ciclos. Lo cierto es que nos ha provisto -y lo podría hacer en un futuro- de recursos genéticos que dieron a luz medicamentos, innovaciones en ingeniería genética ligadas al ambiente y a la alimentación. Y de a poco, nos vamos dando cuenta de que ya no basta para evitar la pérdida de biodiversidad con sólo un puñado de reservas y parques nacionales desperdigados por el mundo. Tenemos que producir y en simultáneo salvaguardar fauna y flora.

    Otro desafío viene del lado de la fertilización: los pocos yacimientos de roca fosfórica van consumiéndose, y el fósforo es un nutriente esencial para el crecimiento de los cultivos. Hace unos años que expertos de todo el mundo intercambian ideas al respecto. Parece que la mayor parte de las soluciones provendrán de la integración de la producción animal y la vegetal, o de la recuperación de este nutriente de fuentes diversas (por ejemplo de aguas residuales) o del guano de producciones animales intensivas.

    El que viene leyendo atentamente ya habrá notado que hay cuestiones que pueden oponerse abiertamente, como la necesidad para muchos de reducir la producción animal, versus la necesidad de realizar producciones en las que se integren esta y la producción vegetal. Este tipo de oposiciones se repiten notablemente en el futuro que por cierto, ya está acá.

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    Y resultan ser solamente algunas cuestiones; pero cambiando un poco la dirección: veamos algunas tendencias novedosas (algunas más, otras menos, pero van ganando adeptos) hacia las que nos dirigimos. Hablemos de tecnología: hay todo un frente que está incorporando internet de las cosas, inteligencia artificial, maquinaria abastecida por energías renovables (como la solar) de ultra precisión (lo que significa mayor eficiencia de uso de insumos -pensemos en los herbicidas, y en el fósforo mencionado arriba), drones que recolectan información o realizan aplicaciones de fitosanitarios. Hay numerosos grupos a lo largo y ancho del mundo trabajando sobre la robotización del agro, creando máquinas que puedan diferenciar si una fruta presta a ser recolectada versus una aún inmadura. Implementos específicos para la ganadería (para la detección de celos por ejemplo) empiezan a volverse más populares.

    Otro frente que viene creciendo y promete avanzar, es el de los enfoques más sistémicos: como la llamada “agroecología”, la producción orgánica y toda clase de sellos y normativas orientadas a promover la agricultura responsable y las buenas prácticas de aplicación de agroquímicos. Los cálculos del uso de agua para obtener carne o cereales (“huella hídrica”), de emisiones de dióxido de carbono, de “huella ambiental”, de kilómetros recorridos por el producto desde su salida del campo hasta su colocación en la góndola (“food miles”) van incrementando su presencia en el mercado así como los consumidores que los toman en cuenta para tomar una decisión de compra.

    Por otra parte, el mundo empieza a implicarse en la generación de una “economía circular”, en la que el residuo de una agroindustria se convierte en el insumo de otra; donde se minimicen los desperdicios y donde se promueva un uso sustentable de cada recurso e insumo. Existe una incipiente producción de insectos para alimentación animal y humana (en mercados europeos uno puede obtener ya su paquete de grillos azucarados, así como otros tipos de snacks a base de estos mismos pero panificados y mucho más), en la búsqueda de generar proteína de alta calidad en poco espacio, sin uso de suelo y en tiempos reducidos. Parte de algunas de las problemáticas a resolver, prometen ser resueltas con la hidroponía (cultivo de plantas sin suelo) masiva en ciudades o sus cercanías. Ya existen prototipos de edificios/departamentos dedicados a ella, provistos de agua de lluvia recolectada -para evitar consumos de agua de red- y suministros de electricidad provenientes de energías renovables -como paneles solares y energía eólica-.

    Por todo esto, nuestros futuros profesionales del agro, van a necesariamente encontrarse con un panorama que si bien es desafiante, también será sumamente motivador. Que les demandará sumar habilidades que serán vitales, como la capacidad de desarrollar proyectos trabajando en grupos multidisciplinarios, conciliando lenguajes técnicos disímiles; deberán desarrollar una mentalidad más sistémica para lograr incrementar la producción de alimentos teniendo en consideración sus múltiples impactos ambientales potenciales, así como ser capaces de comunicar efectivamente dichas gestiones a la sociedad, entre otras muchas cosas. Además, será muy importante que posean la capacidad de pensar en términos globales, y de estar al tanto no sólo del mercado y las demandas de los consumidores, sino también de las necesidades y problemáticas del sector en todo el mundo. Existen procesos que se dan regionalmente y otros a nivel mundial, por lo que desarrollar esta mentalidad es sumamente importante. Ya no es posible seguir pensando en términos de lo propio y de la propia región, ya que hay sobrados ejemplos de que todos estamos conectados en el ancho y largo mundo.